Origen, presente y perspectivas de la abogacía

La abogacía es una profesión antigua que ha sido esencial para la sociedad durante muchos años. El abogado ha suscitado asombro, debate y controversia a lo largo de la historia, desde las culturas antiguas hasta las comunidades modernas. Aunque su intervención ha suscitado críticas, lo cierto es que todos acabaremos necesitando su consejo.

En el mundo castellano del siglo VI, estos profesionales -conocidos también como patronos porque protegen a sus representados y a los alumnos que forman- estaban reconocidos y regulados por las Partidas del rey Alfonso X. También se les conocía como abogados porque defendían los intereses, el honor o la vida de sus representados; oradores porque algunos de ellos utilizaban discursos muy elocuentes para defender a sus clientes; y portavoces porque utilizaban sus voces y palabras oficiales. Porque, además de ocuparse de actos especializados, los abogados eran esenciales para defender los derechos de las personas que no pertenecían al grupo social hegemónico y garantizar el cumplimiento de las leyes de la guerra.

Sin embargo, el objetivo principal de las conmemoraciones es ayudarnos a reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos y adónde queremos ir. ¿Quiénes son esas personas que deciden dedicar tiempo y energía al estudio del Derecho para defender a sus clientes, ya sea impulsados por su propia profesión, amigos o familiares?

En México ejercen alrededor de 442 mil abogados, de los cuales 60% son hombres y 40% mujeres, de acuerdo con el INEGI. Esto nos permite ver que la diferencia de género no es tan pareja como se cree.

Sin embargo, las personas que trabajan o buscan empleo en este campo suelen tener 42,2 años los hombres y 39,5 las mujeres. En ambos casos, la duración de la educación es de aproximadamente 16,6 años para los primeros y 16,2 años para las segundas.

A pesar del predominio histórico de los hombres en la profesión jurídica, en la antigua Roma hay constancia de mujeres que desafiaron esta convención. Algunos ejemplos son Amesia Sentia, Hortensia (hija de Quinto Hortensio) y Caya Afrania, que ejercieron regularmente la abogacía y actuaron como defensoras de sus propios intereses. Pero durante unos dos mil años, esta ocupación estuvo restringida a los hombres.

Sólo en el siglo XIX, cuando se permitió a las mujeres asistir a las universidades, la italiana Lidia Poët terminó sus estudios de Derecho en 1881. Aunque pudo ejercer libremente su profesión hasta 1920, fue inhabilitada por la comunidad jurídica de Turín, lo que dio lugar a una continua batalla legal.

La primera mujer abogada en México fue María Asunción Sandoval, egresada de la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1898. Clementina Batalla fue la segunda mujer en graduarse en este campo, pero esto no ocurrió sino hasta 1920.

La existencia de mujeres en puestos representativos, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sugiere un cambio, aunque la disparidad de género sigue existiendo en la actualidad. La ministra Norma Piña, al frente del Poder Judicial, ha equilibrado la balanza junto a otras cuatro ministras.

Los profesionales del Derecho deben adaptarse a las nuevas tecnologías para desarrollar su trabajo con eficacia y seguir siendo imprescindibles para hacer operativa la norma jurídica y resolver los problemas de sus clientes. Esto significa que, aunque la abogacía se enfrenta a retos en la era digital debido al uso de tecnologías como la inteligencia artificial, que plantean dudas sobre la viabilidad de la profesión, esta disciplina sigue siendo crucial para resolver conflictos que exigen un análisis en profundidad.